Leyendas del bosque

Cada vez que uno tiene la oportunidad de rodearse de buenos amigos y perderse con ellos, si es posible, fuera de la ciudad, pasando la noche,preferiblemente con todos,en una casa en el campo...donde si dás un grito no se entera nadie...Surgen a la noche las típicas historias de terror que se pueden contar al abrigo de una hoguera, si queréis emular al "club de medianoche", aquí en el Ciber Castillo durante este mes se cuentan historias oscuras, como estas tres leyendas de a continuación, que tienen más realidad que ficción.


Romasanta
Todos los lugareños le señalaban como vendedor de unto o grasa humana. Llegó a ser acusado del asesinato de un alguacil. Juzgado y condenado se escapó a un refugio en un pequeño pueblo abandonado llamado Ermida.
En vista de que estaba en busca y captura comenzaron una serie de asesinatos utilizando todo tipo de estrategias. Reconoció que había matado a 9 personas a sangre fría. Según dicen los escritos usaba sus manos y sus dientes para asesinar a sus víctimas, comiéndose los restos.
Según las heridas sufridas por las víctimas se le considero de tener licantropía, es decir, ser un hombre lobo, ya que tales heridas eran como dentadas de los colmillos de los lobos. Él mismo dijo que había sido víctima de una maldición cuando era adolescente y que tuvo alucinaciones en las que se veía rodeado de lobos después de sus asesinatos.


El Hombre del saco:


La leyenda tiene su base real en un crimen cometido en Gádor, un pueblo de Almería, en 1910.

Un enfermo de tuberculosis buscaba desesperadamente una cura. Acudió a una curandera, Agustina Rodríguez, quien al ver el caso lo mandó a Francisco Leona, barbero y curandero que tenía antecedentes criminales.
Leona le pidió tres mil reales a cambio de la cura y le reveló el remedio: tenía que beber la sangre de un niño sano, recién salida del cuerpo, y ponerse en el pecho emplastos de las mantecas aún calientes de la criatura. Le prometió que de esa forma sanaría enseguida.

Secuestraron a Bernardo González Parra, de siete años, que se había despistado mientras jugaba con sus amigos y se había separado de ellos. Leona y Julio lo durmieron con cloroformo, lo metieron en un saco y lo llevaron al cortijo de Ardoz, aislado del pueblo, que Agustina había puesto a disposición del enfermo.
Sacaron a Bernardo del saco, despierto pero aturdido, y le realizaron un corte en la axila para sacarle sangre, que recogieron en un vaso. Mezclada con azúcar, Ortega se bebió la sangre antes de que se enfriara. Mientras, Julio mató al pequeño golpeándole la cabeza con una gran piedra. Leona abrió el vientre del niño y le extrajo la grasa y el epiplón, y lo envolvió todo en un pañuelo que puso sobre el pecho del enfermo. Una vez terminado el ritual, ocultaron el cuerpo en un lugar conocido, en una grieta en la tierra, y lo taparon con hierbas y piedras.


La santa compaña:


Esta procesión fantasmal forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.
La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, notándose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.

Aparecen:


Para reclamar el alma de alguien que morirá pronto.
Para reprochar a los vivos faltas o errores cometidos.
Para anunciar la muerte de un conocido del que presencia la procesión.
Para cumplir una pena impuesta por alguna autoridad del más allá.

A los vivos que caen no les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le deberá pasar la cruz que porta).

Para librarse de esta obligación, la persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él, y no mirarles.Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla.A su paso, cesan previamente todos los ruidos de los animales en el bosque.Se dice que no todos los mortales tienen la facultad de ver con los ojos esta aparición.

Hay fechas concretas en las que se dice que tiene más incidencia las apariciones de la Santa Compaña, como por ejemplo, la noche de Todos los Santos (entre el 1 y el 2 de noviembre) o la noche de San Juan (24 de junio).




1 comentario:

ORLANDO dijo...

muy buenas las historias pero sugiero que sean un poco mas largas y con mas detalles.
Saludos